miércoles, 13 de mayo de 2015

1. La anhelada independencia


Cuando uno es niño crece con la idea de que cuando sea mayor podrá hacer muchísimas cosas, buena parte de ellas son esas que sus padres no quieren que haga. Un adolescente es un adulto en ciernes así que algo que define su carácter es esa búsqueda de independencia a toda costa.

Tiende a pensar que la va a conseguir distanciándose de sus padres, evitando asistir a comidas o encuentros familiares y pasando todo el tiempo posible con sus amigos o aislándose en su habitación. Esto suele ser fuente de conflictos con el resto de la familia que no entiende ese cambio repentino ni cuál es el motivo por el que tiene que renunciar a su compañía.

En estos casos lo mejor es dejar al adolescente ese espacio que viene reclamando, aunque también marcando una serie de límites para mantener la convivencia familiar. De este modo, llegando a un acuerdo razonado con el hijo, se conseguirá, además, ganar confianza.

Un adolescente se considera un adulto por lo que en la mayoría de las ocasiones lo que busca es el resto de los mayores y se comporta de forma arisca por miedo a no conseguirlo. Los padres han de buscar la manera de hacerle saber que le tienen respeto, pero que como adulto también ha de ser responsable de sus actos.
 



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